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Quiénes somos

  • Carlos Olivas
  • 8 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

Los Carlos Olivas

Hemos crecido en un ambiente ajedrecístico: tradición heredada por nuestro padre, Fernando Olivas Largaespada.


Pronto advertimos que los procesos dinámicos de este curioso juego se aplicaban a las decisiones importantes de la vida: el discernimiento para descifrar las celadas del destino; la táctica para sobrellevar la adversidad; la estrategia para alcanzar las pequeñas o grandes conquistas en nuestra historia personal; la paciencia para esperar —aún contra todo pronóstico— alguna oportunidad; la humildad para aceptar los yerros y derrotas, pero con la tenaz idea de conquistar las pretendidas metas —aunque sean a largos plazos— tras minuciosos análisis y repaso de los errores cometidos; la nobleza y grandeza de carácter en las victorias; y, consabidos del legendario axioma: «No hay enemigo pequeño»... el respeto y deferencia hacia el contrincante.


Asimismo, experimentamos cómo se fueron desarrollando las capacidades del intelecto: Memorizamos fórmulas, tablas de multiplicar, postulados y teoremas matemáticos, poemas, clasificación de países con sus capitales, elementos de la tabla periódica; con la misma espontaneidad con que aprendíamos —en corto tiempo— una partida con 70 movimientos o reproducíamos en caliente —sin apoyo de la planilla de anotaciones— la partida que recién habíamos terminado de jugar. La imaginación y la creatividad llegaron juntas de la mano, tras aquel diálogo con las piezas y el acrisolamiento de una idea teórica hasta llegar a la concepción de un plan estratégico: nos habilitaron para la creación de ensayos y tesis, la redacción de argumentaciones desde nuestra propia perspectiva y con nuestras propias palabras, sin copia alguna... ¡Creamos! Luego apareció la zaranda de los cálculos mentales en abanicos de variantes, que —a primera impresión— intimidan hasta al más envalentonado: es «misión imposible»; entonces llega —en su auxilio— la concentración con su laboratorio de análisis y síntesis en busca de la mejor opción entre enésimas variantes. Por fin, emerge enseñoreada la toma de decisión, asumiendo con pundonor y responsabilidad las posibles consecuencias: —Esto es el diario vivir.


Dicho todo esto, podemos contextualizar la respuesta a la pregunta «quiénes somos»: —Somos una academia que aplica en la vida una especie de filosofía ajedrecística; una escuela que se ejercita en el gimnasio intelectual para desarrollar habilidades cognitivas, valores éticos y sociales; con el fin de configurar en el ser humano un sistema de aptitudes emprendedoras para enfrentar los retos que le depara el destino.



 
 
 

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