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Nimzóvich, en clave de armonía

Nimzóvich, en clave

de armonía

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La clavada es uno de los temas tácticos más importantes. Por tanto, debe formar parte del entrenamiento básico de todo aficionado. De ahí, que el gran teórico Aaron Nimzóvich (1886-1935) le prestara mucha atención en sus imprescindibles libros. Pero también aparece en algunas de sus partidas más brillantes; como esta frente a otro de los grandes, Frank Marshall (1877-1944), toda una demostración de armonía que se jugó en el torneo de Nueva York de 1927.

Por desgracia, Nimzóvich –de quien ya hemos glosado dos obras de arte en vídeos anteriores, solo vivió 49 años, por culpa de una neumonía que le llevó al cementerio de Copenhague. Según los estudios estadísticos, se le puede considerar como el tercer mejor jugador del mundo entre 1927 y 1931, tras Capablanca y Aliojin.

Una jugada con mucho jugo

Una jugada con mucho jugo

Hay partidas que se hacen inmortales por una sola jugada, como la de este vídeo. Todo indica que el sueco Gedeon Stahlberg tiene una posición algo inferior pero muy bien defendida ante Alexánder Aliojin (o Alekhine) en la Olimpiada de Ajedrez de Hamburgo, 1930. Pero el campeón del mundo entrelaza diversos temas tácticos que confluyen en ese movimiento mágico y devastador.

Tras destronar a Capablanca, Aliojin maniobró para poner en juego su título ante rivales inferiores al cubano, con quien mantuvo negociaciones interminables e infructuosas. Pero también es cierto que ganó con gran brillantez los fortísimos torneos de San Remos 1930 y Bled 1931, que derrotó a Bogoljúbov en sendos duelos, y que logró cuatro medallas individuales con Francia en las Olimpiadas. Era el cénit de su carrera.

Sultan Jan, un analfabeto genial

Sultan Jan, un analfabeto genial

Hay motivos sólidos para calificar a Sultan Jan (o Khan; 1905-1966) como uno de los mayores talentos naturales del siglo XX, más brillante incluso que el peruano Julio Granda (quien a los 49 años está muy cerca de los 100 mejores del mundo). El sirviente Jan había sido campeón de su región, Punjab, y luego de India cuando su amo británico, el coronel (y sir) Umar Hayat decidió enseñarle el ajedrez internacional (en el indio, las reglas de coronación y rey ahogado eran distintas, y los peones sólo podían avanzar una casilla desde la segunda fila), y emigrar con él a Londres en 1929. Ante el asombro general, Jan fue tres veces campeón británico en cuatro intentos y logró resultados que le acreditaron entre los diez mejores del mundo. En 1933, sir Umar regresó con él a India, y ahí terminó la carrera de Jan.

Según testimonios de personas cercanas, se tomó su regreso a casa como “si saliera de una prisión” porque en Londres había sufrido malaria, gripe, faringitis y numerosos catarros. Quizá por eso abandonó el deporte mental y se convirtió en un granjero. Pero nos dejó grandes exhibiciones de brillantez defensiva, como la que glosa este vídeo, y finales de partida excelsos. El cubano José Raúl Capablanca, uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos, y poco dado a los grandes elogios, lo dejó claro: “Sultan Jan es un genio”.

Los alfiles de Aliojin son cuchillos

Los alfiles de Aliojin son cuchillos

La jugada 14 de la brillante partida de este video (Pirc-Aliojin, Bled 1931) simboliza la enorme energía de Aliojin (o Alekhine) en el momento de mayor esplendor de su carrera (primeros años treinta). Su estilo fusionaba un romanticismo muy sofisticado (sacrificios de pieza a medio y largo plazo), los principios estratégicos promovidos por Steinitz y sucesores, así como el refinamiento de la escuela hipermoderna, que él denominaba “neorromántica”.

Como dice Kaspárov en su monumental obra Mis Geniales Predecesores, Aliojin (1892-1946) era un jugador de estilo universal y adelantado a su tiempo, lo que explica la famosa frase de Nimzóvich tras ser vapuleado en ese mismo torneo de Bled 1931: “Juega con nosotros como si fuéramos novatos”. Sostiene Kaspárov que los componentes básicos a la hora de evaluar en el medio juego son el material, el tiempo y la calidad de la posición, y que Aliojin agrupaba esos tres factores con un virtuosismo más propio del ajedrez que triunfó 25 años después: “Aliojin fue el primero que combinó intuitivamente esos tres factores, vinculándolos entre sí”.

Flohr, héroe nacional exiliado

Flohr, héroe nacional exiliado

Cuando EL PAÍS pregunta a grandes maestros judíos por qué la élite del ajedrez está repleta de ellos a lo largo de la historia, la respuesta va casi siempre en la misma dirección: el ajedrez se puede practicar casi a escondidas, en cualquier rincón de cualquier país, estimula mucho el intelecto sin necesidad de llamar la atención, y también es una válvula de escape para un pueblo perseguido con enorme crueldad a lo largo de los siglos. Salo Flohr (1908-1983) es un claro ejemplo de todo ello; este vídeo glosa una de sus partidas más brillantes, frente a Lisitsin, en el torneo de Moscú de 1935.

De niño perdió a sus padres durante una masacre de la Primera Guerra Mundial en Horodenka (entonces Austria-Hungría, hoy Ucrania). Logró escapar a Praga y vivir del ajedrez con apuestas en los cafés, donde pronto ganó prestigio. Su ascenso le llevó a ser el 2º del mundo en 1935 -aunque claramente inferior a Aliojin-, con grandes éxitos individuales y una fama de casi invencible cuando jugaba en la selección de Checoslovaquia. Pero la Segunda Guerra Mundial truncó su carrera. Logró refugio (gracias al futuro campeón Botvínik) y se convirtió en periodista en la URSS, un infierno para muchos, un oasis para él.

Primera joya del patriarca BotvíniK

Primera joya del patriarca Botvínik (1911-1995)

No existe un termómetro para medir la genialidad, pero hay base para suponer que Mijaíl Botvínik no fue el más genial de los campeones del mundo. Sin embargo, es uno de los que más han aportado. Gran patriarca del ajedrez soviético, fue el pionero de un riguroso entrenamiento científico y técnico, sin descuidar el físico y psicológico; el primero en subrayar la importancia del descanso entre torneos, la autocrítica y el análisis minucioso de las partidas propias y las de los rivales, a quienes diseccionaba con la precisión de un entomólogo; y maestro de Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov, nada menos. Y todo ello a pesar de que dedicó una gran cantidad de tiempo durante sus mejores años a tareas científicas ajenas al ajedrez.

Ese enfoque tan científico del ajedrez no le impidió firmar combinaciones muy brillantes, como la analizada en este vídeo. Con un triple sacrificio de pieza, Botvínik destroza las defensas del enroque de Chejóver en el torneo de Moscú 1935, y culmina su ataque de manera muy espectacular.

Obra maestra del campeón Euwe

Obra maestra

del campeón Euwe

Max Euwe (1901-1981) fue campeón del mundo (1935-1937) con todo merecimiento a pesar de no ser un jugador profesional en términos estrictos (trabajó como profesor de Matemáticas; y, después, a los 63 años, de Informática). Todo indica que el alcoholismo de Alexánder Aliojin influyó en que perdiera el título ante el holandés, pero no es menos cierto que éste logró resultados muy brillantes en varios torneos, que le reafirmaron como un campeón en toda regla. Y firmó varias partidas muy brillantes, como la que se analiza en este vídeo, perteneciente al primer duelo con Aliojin, quien recuperó el título dos años después.

Además, pocos dudan de que Euwe también fue, entre 1970 y 1978, el mejor presidente que ha tenido la Federación Internacional (FIDE), a pesar de que tuvo que lidiar con varios toros temibles en una época muy convulsa: las enormes presiones de la Unión Soviética, las excentricidades de Bobby Fischer, los problemas causados por las huidas de la URSS de los disidentes Sosonko y Korchnói… En definitiva, aunque nadie incluya a Euwe entre los cinco mejores jugadores de la historia, su contribución al ajedrez fue enorme.

Capablanca resurge y deleita

Capablanca resurge y deleita

Para admirar en su justa medida la combinación que se explica en este vídeo hay que tener muy en cuenta que el conocimiento sobre ajedrez hace 80 años estaba muy por debajo del actual. José Raúl Capablanca (1888-1942) exhibe su profundísima comprensión estratégica y táctica al evaluar correctamente que la desconectada ubicación del alfil negro justifica el sacrificio de una pieza en el flanco opuesto. Hoy, muchos grandes maestros tomarían la misma decisión en una posición similar, pero basándose en esta partida del genial cubano.

A mediados de los años treinta, Capablanca se había separado de su primera esposa y estaba en pleno idilio con la segunda, Olga, lo que motivó un gran auge en su juego. Por desgracia, también sufría de hipertensión extrema (210/180), y eso le llevó a una muerte prematura pocos años después porque los remedios contra ese problema tampoco eran los de ahora.

Botvínik: talento + trabajo

Botvínik: talento + trabajo

La partida de este vídeo deja bien claro que Mijaíl Botvínik (1911-1995) no sólo fue un campeón del mundo mucho más profesional y riguroso con su entrenamiento que todos sus predecesores, sino que esa seriedad extrema se edificó sobre un inmenso talento, bien visible a los 20 años, cuando firmó esta pequeña obra de arte.

Un argumento para reforzar esa idea es que la vida de quien luego fue el gran patriarca del ajedrez soviético no se limitaba al ajedrez, ni mucho menos. Ese mismo año, 1931, terminó su carrera universitaria y ya se había casado, con la hija de su profesor de álgebra y geometría. El destacado miembro del Gobierno que dirigía el plan para que la URSS dominara el ajedrez mundial y demostrara así la pretendida supremacía intelectual del comunismo sobre el capitalismo, Nicolái Kirilenko, comprobó muy pronto que su apuesta por aquel joven tan inteligente, minucioso y trabajador había sido un gran acierto.

Geometría precisa de Botvínik

Geometría precisa de Botvínik

La apuesta de Nicolái Krylenko (el destacado miembro del Kremlin que gestionaba el ajedrez) por Mijáil Botvínik no pudo ser mejor, y pronto dio frutos muy llamativos, recompensados de inmediato por el comisario político. Por ejemplo, permitiendo que Botvínik viajase acompañado de su esposa (un privilegio muy excepcional en la URSS) al torneo de Nottingham, donde produjo la joya que glosa este vídeo, una obra maestra de coordinación de todas las piezas blancas para lograr la máxima eficacia en el ataque.

Aunque sus propios colegas soviéticos pronosticaron un mal resultado porque esperaban que pagase la factura por su falta de experiencia, Botvínik ganó el torneo invicto (seis victorias y ocho tablas), empatado a puntos con Capablanca. Los soviéticos ya tenían un sólido aspirante al título mundial.

Las clavadas de Aliojin

Las clavadas de Aliojin

Entre las muchas virtudes de Alexánder Aliojin, su capacidad combinatoria es la que le hizo inmortal. Hasta siete veces explota el tema de la clavada con virtuosismo en esta partida contra Eero Book del torneo de Margate (Inglaterra) en 1938. Las piezas del campeón del mundo ejecutan una danza mortal de gran precisión.

El personaje es novelesco, e incitará eternamente a especular si hubiera brillado aún más como ajedrecista de no haber tenido una vida tan complicada. La huída de la Unión Soviética, que le causó una enorme tristeza y ansiedad el resto de su vida, el alcoholismo, sus artículos antijudíos cuando vivía protegido por los nazis… culminaron con una muerte, en Estoril (Portugal) digna de una película de Oscar. Sus magníficas partidas siempre estarán ahí.

Botvínik salta al estrellato

Botvínik salta al estrellato

La poderosa armonía de todas las piezas de Botvínik en la partida de este vídeo recuerda al motor de un Fórmula 1 con una perfecta puesta a punto. El futuro multicampeón del mundo ya mostraba su gran fuerza en el histórico torneo AVRO 1938, que reunió en Holanda a los ocho mejores del mundo. Botvínik terminó el 3º, detrás de Keres y Fine.

A continuación, aprovechó la necesidad psicológica de Aliojin de volver a la URSS y reconciliarse con el Kremlin, que aprobó la petición de Botvínik de apoyo económico para retar al campeón en un duelo por el título en Moscú. Pero las fuerzas prerrevolucionarias aún tenían peso en el Gobierno, y retrasaron dos meses la carta oficial. Ello unido al estallido de la II Guerra Mundial hicieron imposible ese enfrentamiento. Pero Botvínik no cejó en su progreso: ganó el Campeonato de la URSS en 1939, y en el libro del torneo adelantó el esquema de sus nuevos sistemas de entrenamiento, dando gran importancia al estudio minucioso de las aperturas.

La gran perla de Botvínik

La gran perla de Botvínik

Este vídeo muestra una de las combinaciones más bellas y famosas de la historia. La produjo Mijaíl Botvínik (1911-1995), a los 27 años, en el célebre torneo holandés AVRO 1938, frente al excampeón José Raúl Capablanca. Tras sacrificar el flanco de dama para atacar en el de rey, el patriarca del ajedrez soviético explota las debilidades en las casillas negras creando una obra de arte. El público holandés estalló en aplausos tras la rendición del cubano y, como recuerda Gari Kaspárov en el segundo tomo de su monumental obra Mis Geniales Predecesores  (Ediciones Merano, 2004), “(…)se sugirió que, de manera similar a la Inmortal o la Siempreviva, [esta partida] debería bautizarse como la Simpar o la Clásica”.

La última joya de Capablanca

La última joya de Capablanca

Najdorf, un genio tardío

Nunca sabremos si esta brillante combinación de Capablanca fue fruto de su descomunal intuición o de un cálculo preciso (raro en él). Pero lo relevante es que el genial cubano ganó la medalla de oro individual en la Olimpiada de Ajedrez de Buenos Aires 1939 a pesar de que su salud ya dejaba mucho que desear: había sufrido un derrame cerebral en el torneo AVRO 1938, consecuencia de una hipertensión arterial muy aguda.

Capablanca murió tres años después, a los 53, en el hospital Sinaí de Nueva York (justo el mismo lugar donde Emmanuel Lasker había fallecido en 1941), tras sufrir una hemorragia cerebral unas horas antes en el Club de Ajedrez Manhattan. Fue enterrado con todos los honores en La Habana, donde el dictador Batista se hizo cargo personalmente de los trámites. Todas las estrellas del ajedrez mundial, incluso Aliojin, se deshicieron en elogios, y muchos lo definieron como el mejor jugador de la historia.

Najdorf, un genio tardío

Hay motivos de peso para sostener que el argentino Miguel Najdorf (1910-1997) fue un genio, con mayúsculas. Dos fuertes indicios: empezó a jugar tarde, a los 14 años, lo que no impidió que fuera uno de los mejores del mundo de dos decenios, los cuarenta y los cincuenta; y lo fue a pesar de que nunca quiso ser un jugador profesional porque prefirió dedicarse prioritariamente a su compañía de seguros.

Tenía 19 años cuando creó esta pequeña joya (frente a Gliksberg, en Lodz 1929) con la que inauguramos una serie dedicada a Don Miguel cuando aún era polaco, diez años antes de su trágica participación en la Olimpiada de Ajedrez de Buenos Aires mientras las tropas de Hitler mataban a su familia, judía. Uno de los ajedrecistas más entrañables de la historia entra hoy en El Rincón de los Inmortales.

La inmortal polaca

La inmortal polaca

Todas las partidas que se glosan en los vídeos de esta colección son de una belleza extraordinaria. Esta, además, quedará como una referencia eterna sobre cómo sacrificar piezas para extraer al rey del enroque. Aunque los historiadores han discutido durante decenios sobre en qué año se disputó, ahora hay indicios sólidos suficientes para decir que fue en 1930.

Fue en ese año cuando Miguel Najdorf logró el título de maestro internacional. Es decir, aún estaba lejos de ser uno de los mejores del mundo, pero ya mostraba el talento descomunal que le permitió batir dos veces el récord del mundo de partidas simultáneas a ciegas, en los años cuarenta.

Najdorf, argentino inmortal

Najdorf, argentino inmortal

Miguel Najdorf produjo la espléndida combinación que se explica en este vídeo cuando sufría una gran presión emocional: no sabía si algún miembro de su familia, judía, continuaba vivo tras las atrocidades cometidas por Hitler en Polonia. Esta victoria frente a un campeón del mundo sin corona, Paul Keres, se produjo en un torneo organizado en Buenos Aires tras la Olimpiada de Ajedrez de 1939, aprovechando que varios jugadores centroeuropeos de alto nivel decidieron quedarse en Argentina por el miedo al horror nazi.

“El ajedrez me salvó la vida e impidió que me volviera loco", reconoció Najdorf medio siglo después en una entrevista. Sin embargo, nunca quiso ser un jugador profesional (en el sentido de tener una dedicación exclusiva) y creó una compañía de seguros que le dio mucho dinero, lo que no le impidió estar en la primera fila mundial durante dos decenios. En este punto surge la pregunta de hasta dónde habría llegado si se hubiera dedicado sólo al ajedrez. La respuesta es que entonces Najdorf no habría sido Najdorf.

La más brillante de Zúrich 1953

La más brillante de Zúrich 1953

Cerramos esta serie de cuatro vídeos dedicados al inmortal Miguel Najdorf (1910-1997) con una partida que no podía faltar: su ataque modélico frente a Mark Taimánov en el torneo de Zúrich, uno de los más importantes y mejores de la historia. Además, Najdorf contribuyó a su esplendor con un libro magnífico, con análisis tan instructivos como apasionados.

Esa pasión arrasadora del inolvidable argentino sirvió para que el ajedrez profesional empezase a transformar su vieja imagen monacal, disuasoria a veces para nuevos aficionados, en una más acorde con la de los demás deportes. Incluso en los últimos días de su vida, cuando pasó por Madrid invitado por EL PAÍS, camino de Málaga, donde falleció poco después, Najdorf contagiaba su alegría y amor por la vida y por el ajedrez. Los torneos donde él estaba tenían un ambiente mucho mejor que los otros.

La cuña letal de Steiner

La cuña letal de Steiner

Este vídeo muestra un ejemplo muy brillante de un tema estratégico que todo ajedrecista debe conocer; el poder de un peón incrustado en la retaguardia enemiga, aunque en apariencia sea débil. Es una cuña que parte en dos la posición del bando defensor, con resultados muchas veces letales.

El firmante de esta partida modélica no es una estrella del ajedrez, sino un ingeniero de familia muy culta, que practicó esa profesión en su Hungría natal, en Estados Unidos y en Australia. Pero Lajos Steiner (1903-1975) tuvo siempre la fiebre del ajedrez en sus venas, lo que le permitió obtener muchos resultados de postín en torneos. Al disfrutar de esta partida, el aficionado comprobará que su talento era inmenso.

La perla del vigoroso Pleci

La perla del vigoroso Pleci

La mejor manera de convencer a un principiante sobre la enorme importancia de un buen desarrollo de piezas en la apertura es mostrarle una partida como la que glosa este vídeo, tan hermosa como instructiva, donde el castigo de un mal desarrollo es ejemplar. Por otro lado, su belleza es tan grande que también cautivará a jugadores expertos, o incluso de alto nivel.

Fue bautizada como “la perla de la Olimpiada de Buenos Aires 1939”. Y conviene resaltar que el artista firmante, Isaías Pleci (1907-1979), no fue una estrella, sino el teórico suplente de la selección argentina. Pero esta maravilla lo convirtió en inmortal.

La visión angular de Euwe

La visión angular de Euwe

Quien todavía cuestione el mérito de Max Euwe (1901-1981) para ser campeón del mundo (1935-1937) tal vez cambie de opinión cuando disfrute de esta impresionante partida, con blancas frente a Landau en el Campeonato de Holanda de 1939. Como señala Gari Kaspárov en su monumental obra Mis geniales predecesores, el sacrificio de pieza a largo plazo de Euwe parece injustificado si se tiene en cuenta la actividad de las piezas negras y la falta de despliegue de las blancas. Sin embargo, el ya excampeón demostró tener una visión tan profunda como exacta al evaluar todos los elementos de la posición.

Además de su brillo y aportaciones técnicas, conviene tener en cuenta que Euwe fue capaz de simultanear su presencia en la élite del ajedrez con su carrera como profesor de Matemáticas. Por otro lado, muchos opinan que fue el mejor presidente (1970-1980) que la Federación Internacional (FIDE) ha tenido hasta ahora; entre otros embrollos, tuvo que lidiar con los numerosos desplantes de Bobby Fischer. Y también fue un modelo de comportamiento deportivo.

La jugada mágica de Bogolyúbov

La jugada mágica de Bogolyúbov

Hay partidas, como la de este vídeo (Bogolyúbov-Rellstab, Varsovia 1940), que se hacen inmortales por una sola jugada, bellísima y muy sorprendente. Eso aumenta la fama histórica del autor de la joya, pero implica el riesgo de eclipsar el resto de su obra y contribución al ajedrez. En el caso de Yéfim Bogolyúbov (1889-1952), la injusticia sería muy grande, porque fue sin duda uno de los ajedrecistas mejores y más importantes de la primera mitad del siglo XX.

Como les ocurrió a muchos jugadores de élite, las dos guerras mundiales cambiaron su vida y marcaron su carrera. Ucranio de nacimiento, bajo el imperio ruso, la primera le pilló disputando un torneo en Alemania, donde fue retenido, lo que terminó desembocando en su nacionalización, aunque antes volvió a su tierra natal y fue campeón de la URSS en 1924 y 1925. Triunfó o terminó muy arriba en muchos torneos importantes entre ambas guerras, y perdió dos duelos por el título mundial con Aliojin. La Defensa Bogolyúbov y abundantes partidas de calidad son su mayor legado.

El insigne Tólush al ataque

El insigne Tólush al ataque

“En la Unión Soviética pegas una patada en el suelo y surgen 50 grandes maestros”, era un dicho frecuente en los ambientes del ajedrez hasta 1991, cuando se desintegró el mayor país del mundo. En consecuencia, muchos jugadores que serían estrellas en casi todos los demás países apenas salían de la URSS. Y uno de ellos era Alexánder Tólush (1910-1969), cuyo impresionante ataque frente a Kótov, del Campeonato de la URSS de 1945, glosa este vídeo. Es muy significativo que los programas informáticos más potentes de hoy certifiquen la corrección de aquel sacrificio de pieza a medio plazo de Tólush.

Su enorme talento fructificó sobre todo como entrenador, y el campeón del mundo Borís Spasski fue quien más lo alabó. La citada superpoblación de grandes jugadores en su país, algo de mala suerte y su excesiva afición por el alcohol impidieron que su carrera como jugador fuera aún más brillante. Pero tenía un don muy escaso: la atención de los aficionados hacia un torneo concreto aumentaba mucho si jugaba él, aunque no fuera una gran estrella. Por eso no podía faltar en este Rincón de los Inmortales.

El arte de la demolición

El arte de la demolición

La primera inmortal, de 1834

Las combinaciones para demoler un enroque son siempre espectaculares, pero este ejemplo (Szabo-Lundin, Groninga 1946) es aún más interesante porque el centro está abierto, y el defensor de ese ataque amenaza al mismo tiempo con ganar la batalla por las casillas centrales. Todo ello obliga al atacante a ser sumamente preciso, además de contundente. El sueco Erik Lundin (1904-1988) lo consigue con tal brillantez que esta partida mereció el Premio de Belleza de ese torneo.

Lundin no fue una gran estrella, pero ganó varios torneos y jugó diez Olimpiadas de Ajedrez con su selección. Además, basta leer su dilatado palmarés para convencerse de que sí fue un rival muy duro para cualquiera durante decenios. En la lista de sus víctimas ilustres están nada menos que David Bronstein, Max Euwe, Reuben Fine, Salo Flohr y Miguel Najdorf.

La primera inmortal, de 1834

El Rincón de los Inmortales llega a su centésimo vídeo. Y para celebrarlo interrumpe su orden cronológico (mediados de los años cuarenta del siglo XX) y vuelve a la primera mitad del XIX para glosar una partida entre dos eternos rivales, el irlandés Alexander McDonnell (1798-1835) y el francés Louis de La Bourdonnais (1795-1840), quienes disputaron el primer gran duelo (dividido en seis partes) de la historia del ajedrez. El francés se impuso ampliamente (+45 =13 -27), pero el irlandés firmó esta partida de gran mérito para la época: sacrificio de dama por un ataque a muy largo plazo.

De McDonnell como persona es difícil hablar bien porque fue un gran defensor de la esclavitud, aunque la ideología general de esa época deba aplicarse como atenuante. Murió joven, a los 37 años, por una enfermedad de los riñones, cuando ese duelo histórico aún no había terminado. Cinco años después, cuando murió De La Bourdonnais sumido en la miseria, lo enterraron a pocos metros de McDonnell, en el cementerio londinense de Kensal Green. Un gesto coherente con quienes disputaron la primera inmortal de la historia.

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