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Sinfonía en negro de Bronstein

Sinfonía en negro de Bronstein

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Algunas partidas son un modelo eterno, aparte de su belleza. La de este vídeo (Pachman-Bronstein, Praga 1946) será siempre un ejemplo poco menos que perfecto de cómo explotar con negras la presión en las casillas oscuras, típica de un esquema de apertura muy frecuente. Además, no solo el vencedor es ilustre; también lo fue el perdedor, Ludek Pachman (1924-2003), disidente muy castigado en Checoslovaquia, jugador muy fuerte y uno de los más importantes teóricos de las aperturas durante varios decenios.

David Bronstein (1924-2006) es una de esas personas que no olvidas jamás si tienes el honor de conocerlas, porque te dejan la huella indeleble de la genialidad. En su caso, la modestia, la sencillez y la bondad eran además claramente visibles, a pesar de que él era muy consciente de ser una estrella en el país más grande del mundo, la Unión Soviética, donde el ajedrez era una pasión nacional. En esta colección seguiremos disfrutando de su inmenso talento, porque para los aficionados es inmortal.

Arte sin violencia de Keres

Arte sin violencia de Keres

Ocurre de vez en cuando, y suele dejar a los aficionados estupefactos: un ajedrecista de muy alto nivel hace una jugada de apariencia normal en una posición donde todo indica que aún hay mucha partida, y sentencia, por ejemplo: “Y las negras están estratégicamente perdidas”. Los aficionados miran y vuelven a mirar, incrédulos, pero poco a poco empiezan a entender que esa frase tan lapidaria tiene un sólido sustento lógico, porque la jugada en cuestión es un torpedo en la línea de flotación de un barco que ya hacía aguas antes de ese disparo.

Este vídeo es un ejemplo de eso. Y quien nos envía ese mensaje implícito con su jugada 14 es nada menos que Paul Keres, el campeón sin corona por excelencia. Si se hiciera un escalafón de los muchos ajedrecistas muy perjudicados por la Segunda Guerra Mundial, el genial estonio ocuparía un lugar prioritario, por detrás, como es obvio, de quienes perdieron la vida trágicamente en ese periodo; por ejemplo, en campos de concentración. Esta partida, del torneo de Leningrado (hoy, San Petersburgo) de 1947, es una de las derrotas más aplastantes que sufrió el campeón del mundo Vasili Smyslov en toda su larga y brillante carrera.

Una gema de Euwe

Una gema de Euwe

No es fácil tener una opinión clara sobre cuál es la partida más brillante de Max Euwe (1901-1981); de hecho, incluiremos varias en esta colección. Pero esta (Tartakower-Euwe, Venecia 1948) es una firme candidata, tan impresionante o más (aunque por diferentes motivos) que el sacrificio de pieza a muy largo plazo (Euwe-Landau, Campeonato de Holanda 1939) que disfrutamos aquí hace algunas semanas.

Con un peón menos y sin apenas compensación aparente, el holandés aprovecha con enorme brillantez un factor táctico y lanza un contraataque furibundo: la dama de su rival está lejos de su rey, desconectada de la defensa. Ante tanta brillantez, no es baladí que la víctima sea otro de los grandes personajes del ajedrez de la época, Savielly Tartakower (1887-1956), porque ello contribuye a la mayor fama de la partida. Y los aficionados que aún tengan dudas sobre si Euwe mereció ser campeón del mundo quizá queden convencidos para siempre tras saborear este manjar.

Belleza científica de Botvínik

Belleza científica de Botvínik

Las partidas que ilustran el peligro de renunciar al enroque, dejando el rey en el centro, suelen ser desiguales: el castigador es claramente más fuerte que el castigado. Pero esta (Botvinik-Euwe) corresponde al Campeonato del Mundo de 1948, disputado por tres jugadores que en algún momento fueron campeones (Botvínik, Euwe y Smyslov) y dos que estuvieron muy cerca de serlo (Keres y Reshevsky). Euwe no captó el peligro en toda su dimensión, porque estaba realmente escondido, lo que aumenta el disfrute para el aficionado.

Botvínik triunfó con tres puntos de ventaja y se convirtió en el sexto campeón del mundo. Después se tomó unas vacaciones en Riga, donde un muchacho de once años, Mijaíl Tal, intentó visitarle, pero la esposa de Botvínik se negó en redondo, argumentando que el descanso del campeón debería ser absoluto. Unos años después, aquel adolescente destronaría al patriarca del ajedrez soviético.

Lilienthal tumba a otro grande

Lilienthal tumba a otro grande

Tan grande como maltratado

En la historia del ajedrez abundan los grandes jugadores de longevidad deportiva extraordinaria, capaces de jugar muy bien con más de 70 o incluso de 80 años (Smyslov, Korchnói, Najdorf…) y de mantener un rendimiento cognitivo de alto nivel hasta muy poco antes de su muerte. El campeón de estos campeones ancianos -vivió 99 años- es sin duda el húngaro-ruso Andor Lilienthal (1911-2010), de quien ya disfrutamos en esta sección su histórica victoria sobre Capablanca en las navidades de 1934, que probablemente le salvó la vida: gracias a ella, Lilienthal fue invitado al torneo de Moscú de 1935, y se libró así de la carnicería de los nazis contra los judíos húngaros.

El vídeo de hoy versa sobre otra de sus victorias inmortales, precisamente contra Najdorf, que le valió el Premio de Belleza en el torneo de Saltsjobaden (Suecia) de 1948. En un ataque en tromba contra el rey, Lilienthal exhibe la energía que le hizo famoso. A los 95 años nadaba asiduamente, y viajó de su casa en Budapest a la Olimpiada de Ajedrez de Turín (Italia) al volante de su coche. A los 98 analizaba partidas y leía revistas técnicas con frecuencia. Su vida es uno de los muchos argumentos de peso para afirmar que la práctica asidua del ajedrez retrasa el envejecimiento cerebral y el Alzheimer.

Tan grande como maltratado

El deslumbrante esplendor del ajedrez soviético ocultó graves injusticias. Y si hubiera un reconocimiento especial al ajedrecista peor tratado, Grigory Lévenfish (1889-1961) sería un candidato muy sólido. Su ascendencia judía y el hecho de ser 22 años más viejo que la gran estrella Mijaíl Botvínik (1911-1995) son las causas de esa marginación. A los 22 años jugó su único torneo fuera de la URSS; luego no le dejaron volver a salir, a pesar de que empató un duelo a 13 partidas con Botvínik en 1937 (entre otros muchos éxitos en la URSS), y de ser admirado por cuantos lo conocían.

Una profunda comprensión de la estrategia y el virtuosismo en los finales eran dos de sus grandes virtudes, pero brilló aún más en las combinaciones tácticas, como en la partida de este vídeo, frente a Smyslov en el Campeonato de la URSS de 1949. El maltrato que recibió se aprecia en otro detalle: fue el único gran maestro de su generación que no recibió un suelo mensual del Gobierno por haber logrado ese título. Vivía de su trabajo como ingeniero químico, y aun así logró que su palmarés fuera muy brillante.

Espléndido ataque de Keres

Espléndido ataque de Keres

Que Paul Keres (1916-1975) fue uno de los mejores jugadores de la historia ya quedó claro en una entrega anterior de esta colección (“Arte sin violencia de Keres”). En la excepcional partida de este vídeo queda clara una virtud de los grandes campeones (si bien Keres nunca llegó a ceñirse la corona mundial): la capacidad para improvisar ideas de alto riesgo; el virtuoso estonio había preparado 9 Ah5, pero no previó la sutil respuesta 9 …Dc4. Su intuición le dijo que era sospechosa, y él tomó las medidas drásticas que convierte a esta partida en inmortal.

El torneo donde se creó esta joya, en Budapest, fue el primer Candidatos de la Historia. Hasta entonces, lo normal era que el campeón eligiese a su retador, a veces con el único criterio de la cuantía de la bolsa de premios. El vencedor, que luego retó a Botvínik, fue otro “campeón sin corona”, David Bronstein, pero Keres dejó claras muestras de su enorme calidad, como siguió haciendo durante muchos años más.

Para quedarse boquiabierto

Para quedarse boquiabierto

Si nos limitamos a definir la partida que glosa este vídeo (Szabo-Kottnauer, Polonia 1950) como un modélico ataque al rey con sacrificio de pieza, muchos pensarían, con razón, que abundan las partidas así en la dilatada historia del ajedrez. Pero eso sería muy inapropiado porque hay una causa extraordinaria que la convierte en inmortal: una sorprendente jugada de belleza excepcional, una de esas que el aficionado nunca olvida.

A veces, quien firma una joya así es un jugador de segunda fila que tuvo ese día de gloria. Pero no es el caso: Lazslo Szabo (1917-1998) estuvo en la élite y ganó muchos torneos, además de ser el mejor de Hungría durante dos decenios. Todo ello, a pesar de que en su vida novelesca hubo mucho más que ajedrez.

Sacrificio maravilloso

Sacrificio maravilloso

Justo por debajo de las grandes estrellas de la historia, hay una serie de jugadores que siempre estuvieron arriba, azuzando y apretando a los astros, cuyos nombres resultan muy familiares para los aficionados estudiosos. Uno de ellos es Isaak Boleslavski (1919-1977), quien, entre otros muchos éxitos, estuvo cerquísima de ganar el Torneo de Candidatos de 1950, cuyo ganador -su amigo y futuro yerno, Bronstein- retó después al campeón Botvínik.

La partida de este vídeo (Alátortsev-Boleslavsky, Moscú 1950) es un ejemplo magistral de cómo aprovechar con tremendo vigor la presencia del rey rival en el centro cuando ya debería estar enrocado. Ese ímpetu se transforma en esta caso en tremenda belleza, además de resultar muy instructivo.

El resplandor de Bronstein

El resplandor de Bronstein

Volvemos a glosar al genial David Bronstein (1924-2006) en una victoria muy brillante contra el campeón del mundo Mijaíl Botvínik, a quien estuvo a punto de destronar (el empate al final del duelo, 12-12, favorecía al poseedor del título). Con una serie de golpes consecutivos muy certeros, Bronstein provoca el error decisivo de su rival en la jugada 32, y remata con gran belleza.

Uno de los temas de conversación favoritos de Bronstein era la mezcla de arte, ciencia y deporte en el ajedrez. Si se hiciera una encuesta entre todos los aficionados que hayan estudiado sus partidas, seguro que la gran mayoría lo catalogará como artista. Él también se sentía como tal, aunque daba mucha importancia a los aspectos deportivos, y abogaba por acelerar los ritmos de juego para que los torneos fueran más espectaculares. Pero, incluso con cadencias lentas, él siempre hacía vibrar al público.

Simagin brilló y el jurado enloqueció

Simagin brilló y el jurado enloqueció

Quienes conocieron a Vladímir Simagin (1919-1968) coinciden en loarlo intensamente. Por ejemplo, el periodista Lev Járiton: “Modesto y humilde, nunca pidió nada para él durante toda su vida, pero apoyaba a quien fuera cuando la verdad estaba en juego. Ahora, el nombre de Simagin está casi olvidado, y eso me entristece mucho. Pero cuando veo sus partidas, disfruto del arte del ajedrez. Para mí, Simagin fue un verdadero artista del ajedrez, cuyo nombre estará siempre grabado en los anales”.

La Segunda Guerra Mundial, que suspendió los torneos de ajedrez en la Unión Soviética durante varios años, fue sin duda una de las razones por las que Simagin no alcanzó aún mayor gloria. Sus brillantes resultados hasta que murió jugando una partida dejan pocas dudas. Y la partida comentada en este vídeo demuestra que Járiton tenía razón.

Quienes conocieron a Vladímir Simagin (1919-1968) coinciden en loarlo intensamente. Por ejemplo, el periodista Lev Járiton: “Modesto y humilde, nunca pidió nada para él durante toda su vida, pero apoyaba a quien fuera cuando la verdad estaba en juego. Ahora, el nombre de Simagin está casi olvidado, y eso me entristece mucho. Pero cuando veo sus partidas, disfruto del arte del ajedrez. Para mí, Simagin fue un verdadero artista del ajedrez, cuyo nombre estará siempre grabado en los anales”.

La Segunda Guerra Mundial, que suspendió los torneos de ajedrez en la Unión Soviética durante varios años, fue sin duda una de las razones por las que Simagin no alcanzó aún mayor gloria. Sus brillantes resultados hasta que murió jugando una partida dejan pocas dudas. Y la partida comentada en este vídeo demuestra que Járiton tenía razón.

Stolz, en su día de gloria

Stolz, en su día de gloria

Los programas de ajedrez que calculan millones de jugadas por segundo pueden convertirse en una especie de tribunales de la Inquisición que dictaminan si una partida supuestamente inmortal se basó en una combinación incorrecta, por muy brillante que fuera. En realidad, el hecho de que el hallazgo de tal refutación pueda anular la inmortalidad ya es discutible, porque la belleza sigue ahí, aun sin respaldo científico. Pero si la partida en cuestión supera además esa prueba tan exigente, los aplausos se hacen eternos, como ocurre con la joya glosada en este vídeo, creada en el día de mayor gloria del autor.

El sueco Gösta Stolz (1904-1963) fue un jugador duro, y asiduo a torneos de élite que se jugaban en países cercanos al suyo, al que defendió en nueve Olimpiadas de Ajedrez con buenos resultados. Pero nunca perteneció a la primera fila mundial, lo que le provocó graves penurias económicas, como reflejó la revista Tidskrift för Schack en 1992: “A lo largo de su carrera, Gösta sufrió enfermedades y problemas financieros. Se vio obligado a empeñar las placas de los tres Campeonatos de Suecia que ganó (…), así como el trofeo del Campeonato de Europa, una pieza de medio metro y de gran valor, hecha de plata y mármol”. Su hijo, Sune, logró recuperar las placas muchos años después.

Reverencia a Kótov

Reverencia a Kótov

Alexánder Kótov (1913-1981) pasará a la historia del ajedrez con letras mayúsculas, sobre todo por su magnífica trilogía de libros: Piense como un gran maestro, Juegue como un gran maestro, y Entrene como un gran maestro, que lo inmortalizan como uno de los entrenadores más influyentes de todos los tiempos. Sin embargo, algunas editoriales anglosajonas publicaron su obra con reparos, debido a afirmaciones como esta: "El ascenso de la Escuela Soviética a la cumbre del ajedrez mundial es el resultado lógico del desarrollo cultural socialista”.

Tales reparos son, a todas luces, injustificados, porque incluso quienes aborrezcan el régimen político de la URSS tendrán que reconocer que el ajedrez nunca hubiera sido una pasión nacional sin el apoyo masivo del Kremlin durante más de setenta años.

Pero la Historia sería muy injusta si sólo reconociera a Kótov como autor muy brillante. También lo era su juego, como se aprecia en su modélica partida frente a Barcza (Interzonal de Saltsjobaden, 1952), que se analiza en este vídeo, y en otra que enriquecerá esta colección dentro de dos semanas. Con independencia de lo adicto que fue al régimen que le daba de comer, Kótov jugaba como los ángeles.

¡Qué grande era Euwe!

¡Qué grande era Euwe!

Las impresionantes obras de arte que ya hemos publicado aquí de Max Euwe (1901-1981) nos dan pie para suponer que la inmensa mayoría de los lectores lo incluyen entre los grandes campeones con todo merecimiento. Y también para creer que esa percepción quedará reforzada tras el disfrute de la partida de este vídeo, la que ganó con negras a un atacante de postín, Yéfim Guéller, en el inolvidable torneo de Zúrich de 1953.

Nuestros amigos inhumanos de hoy, que calculan millones de jugadas por segundo, nos indican que Guéller pudo haber jugado mejor en un momento dado (24 d5!!). Pero se trata de una idea muy escondida, casi imposible de ver y calcular con precisión para cualquier ser humano, aunque pertenezca a la élite mundial del ajedrez. Por tanto, esa pequeña incidencia no empaña lo más mínimo el excelso juego del holandés.

La más bella de un torneo sublime

La más bella de un torneo sublime

Si hubiese que elegir un solo adjetivo para el estilo de Alexánder Kótov (1913-1981) probablemente sería “posicional”. Pero en varias partidas suyas se aprecia la excelencia táctica. Por ejemplo, en la que publicamos en esta colección hace dos semanas. O en la de este vídeo, una de las combinaciones de extracción del rey más famosas de la historia, que además se jugó en uno de los mejores torneos de todos los tiempos, Zúrich 1953, donde Kótov fue el único que logró derrotar al vencedor, Vasili Smyslov.

Alguien sólo puede ser un jugador de primera fila mundial si domina ambos estilos, aunque practique más uno que otro. Kótov lo era, como se ve en su palmarés. Y además influyó con sus resultados en quién debía ocupar ese trono. Sobre todo, en el torneo de Groninga (Holanda) de 1946, cuando venció a Max Euwe en la última ronda, facilitando así el primer puesto de Mijaíl Botvínik, futuro campeón. Hay indicios para creer que la Federación Internacional (FIDE) hubiera reconocido inmediatamente a Euwe como campeón (sucesor del fallecido Alexánder Aliojin) de haber ganado ese torneo.

Simbólico premio de belleza

Simbólico premio de belleza

Es probable que la historia sea injusta con Mark Taimánov (1926-2016), y le recuerde principalmente por su escandalosa derrota por 0-6 ante Bobby Fischer en el Torneo de Candidatos de 1971. Pero fue uno de los mejores jugadores del mundo durante muchos años, hizo aportaciones relevantes a la teoría de las aperturas y destacó también como pianista. Su victoria sobre Tigrán Petrosián en el legendario Torneo de Candidatos de 1953 en Zúrich corresponde a su periodo de mayor esplendor.

El Gobierno soviético interpretó esa derrota como fruto de un amaño, y acusó a Taimánov de haberse dejado ganar; eso se tradujo en un fuerte castigo: sin sueldo, ni invitaciones para torneos o conciertos, ni artículos en la prensa sobre ajedrez o piano, ni actividad alguna que pudiera producir algún ingreso. Por fortuna para él, Fischer también ganó por 6-0 pocos meses después al danés Bent Larsen, y el Kremlin levantó las sanciones. Hasta que murió, a los 90 años, Taimánov fue muy apreciado en el mundo del ajedrez.

Bernstein también es inmortal

Bernstein también es inmortal

La historia es a veces muy injusta. Al igual que Mark Taimánov (véase el vídeo anterior de esta colección) será recordado sobre todo por su derrota por 0-6 ante Bobby Fischer, existe el riesgo de que el ruso-francés Osip Bernstein (1882-1962) lo sea por lo que ocurrió en el torneo de San Sebastián 1911: protestó porque los organizadores habían invitado al joven novato José Raúl Capablanca, quien lo inmortalizó en una partida que ganó El Premio de Belleza.

Sin embargo, Bernstein fue un gran ajedrecista, como se aprecia en la partida de este vídeo, que incluye los sacrificios consecutivos de una pieza, la calidad (diferencia de valor entre una torre y un alfil) y la dama. Además, su vida podría ser el guion de una gran película: abogado especialista en finanzas, condenado a muerte tras la Revolución bolchevique por ser asesor bancario, fue salvado del pelotón de ejecución cuando un oficial le reconoció. Se arruinó tres veces (la Revolución, la Gran Depresión y la invasión nazi de Francia) y -por su origen judío- tuvo que huir a España con su familia atravesando a pie los Pirineos, donde regresó y murió muchos años después, en el sanatorio de Saint Arroman.

La excelsa armonía de Smyslov

La excelsa armonía de Smyslov

Fue Vasili Smyslov (1921-2010) el campeón del mundo que más incidió en un concepto totalmente lógico, pero que muchos aficionados no tenían en cuenta: para que la estrategia y la táctica funcionen, es necesaria la buena armonía de las piezas, como en una orquesta. Un ejemplo espléndido es la partida de este vídeo, la mejor del primero de los tres duelos que Smyslov disputó con el patriarca Mijaíl Botvínik (1911-1995).

Por otro lado, ambos son dos de los muchos ejemplos brillantes para afirmar que el ajedrez es el mejor gimnasio mental para retrasar mucho el envejecimiento cerebral y el Alzheimer, tal como indican varios estudios científicos. Tanto Smyslov como Botvínik tenían la mente muy ágil cuando fallecieron. Es muy probable que el brillo cognitivo de Smyslov tuviera que ver con que combinó durante toda su vida el ajedrez con la música; de hecho, en su juventud tuvo que elegir cuál de las dos sería su profesión porque su magnífica voz de barítono (hay grabaciones suyas en YouTube) produjo una oferta para ser miembro del muy afamado coro del Ballet Bolshói, de Moscú. Por fortuna para nosotros, eligió el ajedrez.

La dama se inmola y triunfa

La dama se inmola y triunfa

El mago Bronstein al ataque

Volvemos a glosar a Paul Keres (1916-1975), el eterno segundo que no pudo ser campeón del mundo a pesar de ser uno de los mejores durante 25 años seguidos. En esta partida, del torneo Interzonal de Gotemburgo (Suecia) de 1952, inmortaliza con una combinación electrizante a un futuro campeón, Borís Spassky.

En esa frustración vital influyó mucho la mala suerte: Keres era estonio y su país fue invadido, primero por los soviéticos y luego por los nazis, lo que le causó enormes sufrimientos e injusticias, a las que no fueron ajenas las maniobras de Botvínik para gozar del favoritismo del Kremlin. Pero también, como indica Kaspárov, su propio carácter: “Era una persona inteligente, de modales suaves, un auténtico caballero. Pero en los momentos decisivos perdía, a veces, los nervios. Aunque tanto la pesadilla de la guerra como el terror de la posguerra, temiendo ser arrestado, seguramente dejaron su huella en él”.

El mago Bronstein al ataque

La tercera aparición de David Bronstein (1924-2006) en El Rincón de los Inmortales es un sacrificio de pieza a largo plazo que demuestra la profunda comprensión estratégica y táctica de un genio. Y lo hace frente a otra gran estrella, Paul Keres, glosada aquí hace una semana, que además era su amigo. Todas las piezas de Bronstein en los dos flancos están dispuestas para atacar armónicamente, y él lo aprovecha con aparente sencillez, aunque se trata, en realidad, de una obra de arte.

Esta partida se jugó en el Interzonal (clasificatorio para el Campeonato del Mundo) de Gotemburgo (Suecia), de 1955, que Bronstein ganó invicto. Después se concentró en terminar su maravilloso libro sobre el Torneo de Candidatos de Zúrich 1953, considerado como uno de los mejores que se han escrito sobre ajedrez. Y luego siguió ganando torneos y deleitando a sus millones de admiradores.

Panno instruye a Spassky

Panno instruye a Spassky

El argentino Óscar Panno (Buenos Aires, 1935) merece sin duda un lugar en este Rincón de los Inmortales. Fue el primer suramericano -y el segundo de América Latina, después de José Raúl Capablanca- en lograr un título oficial de la FIDE: campeón del mundo sub 20 en 1953 en Copenhague (Dinamarca). Logró muchos más éxitos y se ganó el respeto de la élite, a pesar de que apenas jugó torneos entre 1958 y 1968 porque prefirió dedicarse a su verdadera profesión, la de ingeniero civil.

La partida que ilustra este vídeo es una victoria muy brillante contra Borís Spassky en el torneo Interzonal de Gotemburgo (Suecia) de 1955, tras un juego modélico en la Apertura Inglesa, que aún sirve de referencia 62 años después. Desde que Panno se retiró de la alta competición, a finales del siglo pasado, ha sido uno de los pocos jugadores de alto nivel muy conscientes del enorme valor del ajedrez como herramienta pedagógica y social. También en ese ámbito ha contribuido a que Argentina sea un país importante en el deporte mental.

Géller abre el canal

Géller abre el canal

Yéfim Guéller, o Efim Geller, (1925-1998) fue uno de los diez mejores del mundo durante dos decenios, a pesar de que la Segunda Guerra Mundial cortó su progresión en la adolescencia. Doble campeón soviético, cuatro veces campeón de Ucrania, disputó el Torneo de Candidatos en seis ocasiones (1953, 1956, 1962, 1965, 1968 y 1971). Sus coetáneos soviéticos hablaban siempre de él con un respeto especial; Mijaíl Botvínik llegó a decir que era el mejor del mundo a finales de los años sesenta. Consideraban que su talento era inmenso, y que si no llegó aún más arriba fue por su debilidad psicológica y física; la frecuencia con que aparece fumando en las fotos confirman esa teoría.

La partida de este vídeo, contra Fuderer en el Interzonal de Gotemburgo (Suecia) de 1955, es un ejemplo magnífico de ataque muy bien coordinado. Es la faceta del juego donde más sobresalió Guéller, pero también fue un gran teórico de las aperturas. Por eso, nada menos que tres campeones del mundo -Petrosián, Spassky y Kárpov- lo contrataron como analista.

La magia de Mijaíl Tal

La magia de Mijaíl Tal

Tal, volcán en erupción permanente

Es poco menos que imposible encontrar un aficionado al ajedrez que no vibre de emoción con las partidas de Mijaíl Tal (1936-1992), un genio con mayúsculas, de los más cautivadores de la historia. Su infancia no debió de ser fácil, porque nació con dos dedos menos en la mano derecha, pero eso no le impidió tocar el piano con cierta pericia y muy buen gusto.

 

Aunque aprendió a jugar a los ocho años, no se enfrentó a un gran maestro hasta los 17; sin embargo, fue el campeón del mundo más joven hasta entonces a los 23, destronando al patriarca Mijaíl Botvínik.

El Mago de Riga tenía 19 cuando firmó la joya que glosamos hoy, frente a Vladímir Simagin, en el 23º Campeonato de la URSS. Una cascada de golpes bellísimos hasta la victoria. Contrariamente a lo que ocurre en otras de sus partidas vibrantes, en esta ni siquiera los monstruos de silicio pueden rebatir sus ideas. Su juego roza la perfección.

Tal, volcán en erupción permanente

Hay motivos sólidos para definir a Mijaíl Tal como uno de los mejores atacantes y una de las estrellas del ajedrez más creativas de la historia, como ya vimos la semana pasada. Él mismo dijo que cada partida era para él un poema irrepetible, y la de este vídeo es otra de sus más bellas producciones artísticas. La ganó frente a un rival de postín, Alexánder Tólush, en el 24º Campeonato de la URSS (1957), del que también fue ganador, a los 20 años, el más joven de la historia. Un triunfo tan sonoro -que repitió en 1958- terminó de convencer a la Federación Internacional (FIDE) para hacer una excepción y otorgar a Tal el título de gran maestro, a pesar de que no cumplía estrictamente las normas en cuanto a éxitos en torneos internacionales, porque apenas había salido de la URSS. Pero no es menos cierto que en los torneos nacionales del país más grande del mundo, y del líder absoluto en ajedrez, así como en las Olimpiadas Universitarias de 1956 a 1958 (tres medallas de oro para la URSS y otras tres para él por sus resultados individuales), el Genio de Riga convenció a todos de que era un serio candidato para el trono del ajedrez.

La 'Gioconda' de Fischer a los 13 años

La 'Gioconda' de Fischer a los 13 años

Si alguien duda de que el ajedrez puede ser un arte, dejará de hacerlo tras ver esta obra maestra, que también convencerá a quienes cuestionan que el rey de los juegos, junto a la música y las matemáticas, es la actividad que produce más niños prodigio. Bobby Fischer tenía 13 años en 1956 cuando creó una maravilla que dejará perplejos y emocionados a los amantes del deporte mental mientras el mundo exista.

Cuando uno ve y analiza la undécima jugada de las negras con tranquilidad, todo es de una lógica aplastante: ese golpe conecta con asombrosa eficacia los elementos tácticos de la posición y permite que todas las piezas negras, excepto la torre de a8, dancen armónicamente. Pero Donald Byrne se defiende bien, y tras su decimoséptimo lance deja la dama y un caballo negros bajo amenaza. Todo indica que Fischer está en serios apuros y debe buscar algo que le permita mantener el equilibrio. Pero entonces surge, como del sombrero de un mago, una de las jugadas más bellas en 15 siglos de historia del ajedrez. Y es precisamente la torre de a8 quien da la puntilla. No es fácil imaginar tanta belleza.

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