
El mejor día de Ricardo V
La mayoría de las joyas de la colección El Rincón de los Inmortales fueron creadas por los mejores ajedrecistas de la historia. Pero hay otras firmadas por jugadores menos conocidos porque acumulan menos partidas memorables, como el alemán Richard Teichmann (1868-1925). Su talento fue eclipsado por los grandes astros coetáneos (Lasker, Capablanca, Aliojin, Rubinstein…) y aunque perdió un ojo, eso no le impidió protagonizar grandes éxitos, como su victoria ante el austriaco Carl Schlechter. La partida que se explica en este vídeo se celebró en el torneo de Carlsbad, en 1911. Esta es sin duda su mejor obra de arte y un buen ejemplo de piezas armónicamente dispuestas para el ataque.
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Lo más brillante del otro Lasker
El muy longevo Edward Lasker (1885-1981) fue primo tercero de Emmanuel Lasker, el campeón del mundo que retuvo el título durante más años. Aunque su gloria como ajedrecista es mucho menor –estuvo, más o menos, entre los 20 mejores de su época–, el personaje es interesante porque destacó también como ingeniero, jugador de go y damas y escritor. Asimismo firmó partidas de gran calidad. La de este vídeo destaca por la táctica, donde la extracción espectacular del rey producirá una honda impresión. El rival de Lasker fue Sir. George Thomas y la partida se celebró en el City of London Chess Club, en 1912.
El arte excelso de Zukertort
La combinación explicada en este vídeo es para muchos una de las más brillantes de la historia. Pero ni la partida ni el autor de esta obra de arte han logrado una fama proporcional a tanta belleza. Entre otras razones porque Johannes Zukertort vivió poco (1842-1888), y además tuvo que emplear una gran parte de su vida en cambiar de residencia y asentarse: era de familia judía, lo que no estaba bien visto en su Polonia natal, ocupada por Rusia, lo que provocó la emigración familiar a Prusia, donde sirvió en el ejército, y más tarde al Reino Unido, donde cambió de nacionalidad, a los 35 años. Por si todo ello fuera poco, su salud era muy delicada y precipitó su muerte prematura.
A pesar de tanta adversidad, Zukertort fue subcampeón del mundo, y el indiscutible número dos después de Steinitz, al menos entre 1876 y 1884; también ganó torneos de gran importancia, como el de Londres 1883, y protagonizó otros éxitos sonados. Además sobresalió como soldado, músico, linguista, periodista y activista político. Aunque hay serias sospechas de que embelleció su currículo en exceso, no cabe duda de que fue un personaje excepcional y un gran ajedrecista.
Breyer, un genio efímero
Con los ajedrecistas geniales que murieron muy jóvenes se podría formar un equipo de gala. En él estaría sin duda el húngaro Gyula Breyer (1893-1921), quien sin embargo nos dejó partidas de gran interés y belleza, como la que glosamos en este vídeo contra el también húngaro Lajos Asztalos y que se disputó en Debrecen (Hungría), en 1913.
Lo más importante es que, a pesar de esa vida tan corta, Gyula Breyer fue uno de los padres (junto a su amigo Richard Reti) de la escuela hipermoderna, un revolucionario enfoque de la estrategia que promueve la presión sobre el centro desde los flancos, en lugar de su ocupación con peones desde los primeros movimientos. Y aún hay más: Breyer brilló mucho en el ajedrez a ciegas, y llegó a jugar 25 partidas simultáneas sin ver los tableros.
Victoria muy sabrosa
de Tarrasch
El alemán Siegbert Tarrasch (1862-1934) fue mucho más que uno de los mejores de su época. Su lugar prominente en la historia se debe, sobre todo, a su gran contribución teórica. A partir de los cimientos de Wilhelm Steinitz, padre de la estrategia profunda (control del centro, pareja de alfiles, ventaja de espacio, etc.), el alemán aportó conceptos fundamentales, como la importancia del dinamismo de las piezas. A pesar de que ejerció como médico paralelamente a los torneos, ganó varios de primer nivel y fue aspirante al título mundial de Emmanuel Lasker, quien le derrotó por 10,5-5,5 en 1908.
También pasó a la historia por sus durísimas polémicas con uno de los precursores de la historia hipermoderna, Aaron Nimzóvich, preñadas de dogmatismo por ambas partes, pero muy instructivas. Aunque el balance entre ambos sobre el tablero favorece claramente al danés, la victoria de Tarrasch que glosa este vídeo es una obra de arte de gran valor didáctico.
El genial cubano
asombra de nuevo
Tras su salto a la fama mundial con la victoria en el torneo de San Sebastián en 1911, el cubano José Raúl Capablanca encadenó varios éxitos en América y Europa, dejando muy claro que era un firme candidato al título mundial. Además, el Gobierno cubano le dio un puesto de trabajo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que le proporcionó un sueldo que le permitía no depender de los premios de los torneos, además de darle privilegios propios de los diplomáticos.
Por si hiciera falta una reconfirmación de su gran clase, Capablanca arrancó de manera fulgurante en el torneo de San Petersburgo de 1914, donde participaban casi todos los mejores del mundo, incluido el campeón Emmanuel Lasker, con quien nunca había coincidido. Finalmente triunfó el alemán, pero Capablanca volvió a brillar mucho, como en la partida que se analiza en este vídeo.
El veterano Lasker
tumba a Capablanca
A pesar de sus 45 años de edad, Emmanuel Lasker seguía siendo campeón del mundo en 1914 (lo fue durante 27 años, hasta 1921). Pero su dominio corría serio peligro durante esa primavera, a pocos meses del inicio de la Primera Guerra Mundial, porque el joven José Raúl Capablanca amenazaba con ganar el torneo de San Petersburgo, para muchos el más duro jamás celebrado hasta entonces. Faltaban cuatro rondas, y el cubano tenía un punto más que el alemán.
Ello explica que la partida entre ambos de ese día, comentada en este vídeo, tuviera una importancia histórica. Lasker ganó con una deliciosa danza de sus caballos, desmoralizó a Capablanca -quién perdió al día siguiente ante Siegbert Tarrasch-, ganó el torneo y mantuvo impoluto su prestigio y su largo reinado.
La imprudencia del joven Aliojin
El gran talento del ruso nacionalizado francés Alexánder Aliojin (mal transcrito casi siempre como Alekhine) ya era evidente a los 21 años, cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial le pilló en Alemania, jugando el torneo de Mannheim en 1914, interrumpido tras la undécima ronda. Aliojin, líder en ese momento, y otros jugadores rusos fueron encarcelados durante mes y medio y canjeados después por prisioneros alemanes en Rusia.
La partida cuyo brillante desenlace glosa este vídeo fue la única derrota del joven líder, quien pecó de excesivo optimismo ante David Janowski, conocido por su gran pericia táctica y rapidez de reflejos. El francés de origen polaco barrió del tablero con una combinación fulminante a quien estaba destinado a ser uno de los mejores de todos los tiempos.
La jugada divina de
Yéfim Bogoljúbov
Prepárese el aficionado para un fuerte impacto de belleza inusual. Después de más de 500 años de ajedrez moderno –el que se inventó en España a finales del siglo XV con la incorporación de la dama–, casi todos los sacrificios y combinaciones están ya clasificados o catalogados. Pero el que se disfruta en este vídeo era una idea inédita hasta 1919, y es muy poco frecuente desde entonces.
Su autor, el alemán Yéfim Bogoljúbov (1889-1952), fue uno de los mejores del mundo en el periodo entre las dos guerras mundiales, a pesar de que ambas perjudicaron su carrera. Ganó varios torneos por delante de las grandes estrellas de la época, perdió dos duelos por el título mundial ante Alexánder Aliojin, y dejó ideas muy interesantes en las aperturas. Como el lector está a punto de comprobar, su fuerza táctica era aterradora para sus rivales.
El vigor genial de Aliojin
La partida que ilustra este vídeo refleja el enorme talento que el ruso Alexánder Aliojin (o Alekhine) mostraba ya seis años antes de ser campeón del mundo. Su profunda comprensión de las posiciones complejas y su gran potencia de cálculo le permitían brillar donde casi todos sus rivales solo veían oscuridad.
Su vida ya era entonces digna de una película. Miembro de una familia aristocrática, fue apresado en Alemania cuando estalló la Primera Guerra Mundial mientras jugaba el torneo de Mannheim e intercambiado por alemanes civiles presos en Rusia. Le encarcelaron en Moscú tras la Revolución Bolchevique y le liberaron después (quizá por Trotski, aficionado al ajedrez). Entonces logró un visado que le permitió huir de la Unión Soviética en compañía de la periodista suiza Anneliese Rüegg, 10 años mayor que él, a quien abandonó tras instalarse en París, donde comenzó su ascensión a la gloria.
Un sacrificio revolucionario
Los sacrificios de material a medio o largo plazo, imposibles de calcular con exactitud y basados sobre todo en la intuición, fueron una de las enormes dificultades que se encontraron los mejores informáticos del mundo durante medio siglo (desde finales de los años cuarenta), hasta lograr que la máquina 'Deep Blue', de IBM, ganase a Kaspárov en 1997. Sin embargo, Savielly Tartakower ya era capaz de hacer eso con virtuosismo hace casi cien años, como se aprecia en este vídeo.
Los libros de historia del ajedrez destacan mucho las frases célebres del ingenioso Tartakower -por ejemplo: "Nunca he ganado a nadie que no estuviera enfermo"; o bien: "Gana quien comete el penúltimo error"-, pero a veces olvidan que también fue un jugador fortísimo, cuyas obras de arte merecen estar en 'El Rincón de los Inmortales'.
La calidad bien entendida
La máxima armonía entre las piezas y su eficacia en la consecución de un objetivo son dos de los muchos valores útiles en la vida real que pueden aprenderse a través del ajedrez. La transferencia entre el deporte mental y la realidad cotidiana es evidente en la partida cuyo desenlace se analiza en este vídeo, que además incluye una enorme belleza en la ejecución.
No es casual que el ganador vuelva a ser Yéfim Bogoljúbov (1889-1952), de cuyo gran talento ya disfrutamos hace un mes con una jugada en la que batió contra Spielmann. Como entonces, el alemán de origen ucraniano exprime hasta la última gota el potencial de cada una de sus figuras para un ataque furibundo, que se traduce en un final de damas ganador.
El monarca verdugo
Lograr la máxima eficacia de cada pieza es un principio muy útil en el ajedrez, al igual que en la vida cotidiana. Hacer más con menos es uno de los mantras frecuentes cuando se habla de estrategia empresarial. La posición que ilustra este vídeo es una obra de arte minimalista sobre ese tema, porque cuando parece que las blancas ya han exprimido hasta la última gota, aparece un factor muy sorprendente que convierte la partida en inmortal.
El autor de tal maravilla, Siegbert Tarrasch, es ya un asiduo en este Rincón de los Inmortales. Además de sus profundas ideas y magníficas partidas, nos dejó una frase preciosa: “El ajedrez, como el amor y la música, hace más felices a las gentes que lo practican”. El placer que produce este vídeo hará al aficionado –al menos hoy– razonablemente feliz.
Ejecución de guante blanco
El creador de la siguiente belleza, Aron Nimzowitsch (1886-1935), será siempre uno de los teóricos más importantes de la historia del ajedrez. La partida de este vídeo la jugó en Copenhague, en 1923, contra el alemán Friedrich Saemisch. El protagonista de esta partida, el danés de origen letón, fue el padre principal de la Escuela Hipermoderna. Conceptos entonces revolucionarios como el control del centro con piezas en lugar de peones, la sobreprotección, la profilaxis, las aperturas de flanco o el bloqueo de los peones pasados no pueden entenderse bien sin estudiar su libro fundamental, Mi Sistema (1925).
Muy adelantado a su tiempo, fue parodiado y tenido por loco. A ello contribuyó su carácter extravagante. De hecho, fingió locura para librarse del ejército ruso tras la Revolución de 1917. Mucho antes, en 1904, ya había emigrado a Alemania para estudiar Filosofía, dedicarse luego al ajedrez como profesión y establecerse en Dinamarca, en 1922. Sus resultados a finales de los años veinte le acreditan como el tercero del mundo, tras Aliojín y Capablanca. Pero son sus profundas ideas, más que sus resultados, las que le convierten en inmortal, como se aprecia en esta maravillosa partida.
Contragolpe fulgurante
Esta cuarta y última joya de Akiba Rubinstein (1880-1961) en El Rincón de los Inmortales constituye una obra maestra del contraataque. Todas las piezas de su rival, el peligroso austríaco táctico Rudolf Spielmann (1883-1942), están armónicamente dispuestas para la ofensiva. Pero el genial polaco encuentra la manera de hacer lo mismo con las suyas, basándose en la expuesta situación del rey enemigo, con tremenda belleza y precisión. La partida se disputó en el balneario alemán de Baden-Baden, en 1925.
Rubinstein encabeza cronológicamente la lista de los llamados “campeones sin corona” (Keres, Bronstein, Tarrasch, Korchnói, Ivanchuk…) a pesar de que empezó a jugar al ajedrez muy tarde –16 años– y de que sufrió graves problemas de salud mental en la segunda mitad de su vida. Otro ejemplo de que la frontera entre la genialidad y la locura es muy estrecha. Por el contrario, su arte es muy ancho e inmortal.
Quizá la partida más bella
de la historia
Si el campeón mundial Gari Kaspárov dice que esta partida es la más bella de la historia, lo coherente es que todos los aficionados se lancen a disfrutarla. El ruso-francés Alexánder Aliojin (1892-1946), más conocido por la errónea transcripción de su apellido Alekhine, firmó esta obra de arte frente a otro ajedrecista insigne, Richard Reti (1889-1929), uno de los padres de la Escuela Hipermoderna, húngaro de nacimiento y checoslovaco. La partida se jugó en el balneario alemán de Baden-Baden, en 1925.
En esa opinión de Kaspárov quizá influya el hecho de que su estilo es muy parecido al de Aliojin: en los momentos más brillantes de su carrera deportiva, ambos exhibieron un talento y un carácter volcánicos, y representan a las fuerzas de naturaleza proyectadas sobre un tablero de ajedrez. Casi todas las jugadas de Aliojin que se explican en este vídeo deben ser paladeadas como el caviar más exquisito. Son estallidos de brillantez, que conforman una joya inmortal.
Demoliciones Janowski
Que David Janowski (1868-1927) se gastara en una sola noche de casino el primer premio del torneo de Montecarlo 1901 concuerda bien con su estilo irregular, poco dado al juego posicional y profiláctico. Y que aparezca por tercera vez en El Rincón de los Inmortales es lógico porque fue considerado como uno de los mejores atacantes de finales del siglo XIX y principios del XX.
Como ocurrió en la primera de sus joyas publicada aquí (Janowski-Pillsbury, Londres 1899), y también en la segunda (Janowski-Tarrasch, Ostende 1905), el agresivo francés de origen polaco mezcla la demolición con el arte frente a otro rival de postín, Saemisch, en el torneo del famoso balneario checo de Marienbad, en 1925. A partir de ahí, su vida cayó en picado por culpa de la tuberculosis. Cuando murió, sus amigos hicieron una colecta para poder enterrarlo. Por fortuna, sus partidas inmortales lo retratan como un gran artista.
Un mexicano genial
El genio mexicano Carlos Torre Repetto vivió muchos años (1904-1978) pero su carrera deportiva fue cortísima (se retiró a los 21) y sin embargo ya se le consideraba un serio candidato al título de campeón del mundo. La partida que ilustra este vídeo es la más famosa de su brillante repertorio: batió de manera espectacular en el torneo de Moscú de 1925, con el ahora famoso tema táctico del “molinillo”, a Emmanuel Lasker, quien había sido el rey indiscutible del ajedrez desde 1894 hasta 1921.
A pesar de los pocos años que jugó, Torre hizo tablas con otros dos campeones del mundo, el cubano José Raúl Capablanca y el ruso-francés Alexánder Aliojin (o Alekhine), y obtuvo resultados muy positivos frente a numerosos rivales de élite. Pero una enfermedad mental que sufrió desde su juventud le impidió la carrera de éxito que merecía su inmenso talento, y privó a los aficionados de muchas más joyas inmortales, como esta.
El delicioso Reti
Richard Reti (1889-1929) nos descubre un tipo de belleza distinto al convencional en el ajedrez (ataques violentos, sacrificios y combinaciones espectaculares…). Los ingredientes básicos de la suya, tanto en sus mejores partidas (la de este vídeo, frente a Romanovski, se jugó en el torneo de Moscú 1925) como en los deliciosos finales artísticos que compuso, son elegancia, armonía, precisión y geometría.
Es significativo que Reti, austro-húngaro de nacimiento, checoslovaco después, empezara con un estilo combinativo y agresivo. Sólo después de la Primera Guerra Mundial, como si de pronto viese la luz, se convirtió en uno de los dos mayores paladines de la escuela hipermoderna, junto a Aaron Nimzóvich (1886-1935). También ostentó la marca mundial de simultáneas a ciegas con 29 partidas (21 victorias, seis tablas, dos derrotas). Merece la etiqueta de genio, a pesar de que la fiebre escarlata no le permitiera vivir más de 40 años.
El bisturí de Capablanca
José Raúl Capablanca (1888-1942) ya era campeón del mundo (desde 1921) cuando firmó esta elegante obra maestra frente a Nicolái Zubárev en el torneo de Moscú 1925, donde finalizó el 3º; gracias a ella ganó el premio especial a la partida más bella. Es la 3ª vez que glosamos una victoria del genial cubano en El Rincón de los Inmortales. Como en las dos anteriores, se aprecia uno de los signos distintivos de los genios: logra que nos parezca fácil lo que en realidad es muy difícil.
Aunque en la época había otros jugadores magníficos (como Rubinstein y Reti, además de Aliojin, quien le destronó en 1927), el reinado de Capablanca fue indiscutible; de hecho –a pesar de que no dedicaba muchas horas a su entrenamiento, de su intensa vida amorosa y de los problemas de salud que le causó la hipertensión-, se le considera de forma unánime como uno de los mejores de todos los tiempos.
Colle brilla, a pesar
de la úlcera
Este vídeo glosa un ataque muy brillante, cuyo tema es la demolición del enroque, del belga Edgard Colle (1897-1932), que denota su enorme talento. Pero es paradójico resaltar que el lugar de Colle en la historia del ajedrez se debe más bien a la apertura que lleva su nombre, cuya estructura ultradefensiva con las piezas blancas recuerda al cerrojo descarado en el fútbol. Sin embargo, bien podríamos considerarlo como precursor del actual campeón, Magnus Carlsen, a quien no le importa salir de la apertura sin ventaja, siempre que la posición augure una larga lucha.
Además, hay una razón poderosa para explicar por qué Colle sólo aparece una vez en El Rincón de los Inmortales: murió a los 34 años en el quirófano, al no resistir la cuarta operación de una úlcera gástrica. Los resultados de su corta carrera y partidas como esta justifican su inclusión en la lista de grandes talentos prematuramente malogrados.
Cuando el bloqueo es un arte
Esta partida causó una gran sensación en el torneo de Dresde de 1926. “La más bella de los últimos años”, dijo el excampeón del mundo Emmanuel Lasker. Y aún hoy se considera como la obra maestra de referencia sobre el tema del bloqueo, que comenzó en la jugada 11 de las negras con la impresionante maniobra Dd7-Df5-Dh7 cuando este tipo de ideas eran poco menos que inéditas. Lo que podemos disfrutar en este vídeo es la brillante culminación de ese plan. La partida entera puede verse aquí.
No es casualidad que uno de los tres libros inmortales que nos dejó Aaron Nimzóvich (1886-1935), de quien ya hemos publicado en esta colección otra obra maestra (su victoria sobre Saemisch en Copenhague 1923), se titule precisamente El Bloqueo. El danés de origen letón fue uno de los teóricos que más ideas esenciales han aportado al ajedrez, además de magníficas partidas.
El viejo Lasker asombra
Muy pocos jugadores en la historia han firmado a los 65 años una partida tan brillante como la que glosa este vídeo; una obra maestra sobre la coordinación perfecta de las piezas. Es la sexta victoria de Emmanuel Lasker (1868-1941) que incluimos en esta colección, lo que da una idea de la tremenda longevidad deportiva de quien fue 27 años campeón del mundo: logró sus primeros éxitos en 1889, y el último en 1935.
En realidad, el alemán había decidido retirarse de los torneos cuando fue obligado a abandonar Berlín por la barbarie nazi (era judío). Nikolái Kirilenko, Ministro de Deportes de la URSS, le concedió asilo y le dio trabajo en el Instituto de Matemáticas de Moscú. Pero Lasker necesitaba ganar algo más de dinero; por eso volvió a competir y a producir maravillas como esta.
El esplendor de Capablanca
Los aficionados de elevado nivel técnico o mucha experiencia quizá hayan visto combinaciones brillantes de tema similar a la que glosa este vídeo, pero deben tener en cuenta que la partida es de 1927, cuando la informática y las bases de datos eran una quimera. Una vez más, y ya van cuatro en esta colección de joyas inmortales, la genial sencillez de José Raúl Capablanca (1888-1942) produce una honda impresión.
Una paradoja cruel: el torneo de Nueva York 1927 marcó su época de más esplendor, pero es muy probable que también influyese mucho en el exceso de confianza del cubano pocos meses después, cuando perdió el título frente a Alexánder Aliojin. Todo indica que Capablanca era superior a todos en aquel momento, pero en el deporte de élite eso no basta.
La obra de arte del longevo Lilienthal
Hemos elegido una partida muy especial para el vídeo 75 de esta colección. Tanto, que Bobby Fischer la recordaba con todo detalle 57 años después, cuando saludó a su ganador, Andor Lilienthal, en Sveti Stefan (Montenegro): “¡Ah, usted es Lilienthal, el autor de la maravillosa jugada exf6 contra Capablanca en el torneo de Hastings de 1935!”. El remate es tan bello que, muy probablemente, el genial cubano apenas sufrió por esa derrota.
Lilienthal es un personaje único en los más de quince siglos de historia del ajedrez, aunque mucho menos conocido que los campeones del mundo. Jugó contra diez de ellos, ganó a siete, y seguía con la mente muy lúcida y analizando partidas cada día cuando murió, a los 99 años. Un magnífico ejemplo positivo de envejecimiento cerebral.